Ardua tarea es pretender plasmar, en unas pocas lineas, la esencia , la magnitud y el alcance de una leyenda universal, vibrante como una jota aragonesa, especialmente atractiva por la magia que irradia, y aderezada por el morbo de una copla equivoca que campea a los cuatro vientos como emblema de Calatayud.
Esta leyenda, surgida de una copla anónima –el venero-, ha ido forjándose a impulsos de la labor creativa de dramaturgos, compositores, novelistas, cineastas, escritores, músicos, poetas…, y de la imprescindible aportación y colaboración popular, en el amplio escenario del mundo, y se ha convertido en un caudaloso río que vuelve
A su lugar de origen, a Calatayud, con el cuño de la universal aceptación y el tesoro-regalo de un patrimonio cultural único y de primera magnitud.
Poco importa, a estas alturas, que hubiese una mujer, nacida en Calatayud, a la que con mayor o menor fundamento se le cantase la copla. Sí acaso, porque su extraordinaria belleza y la singularidad de la vida que le tocó vivir han influido decisivamente en que su historia trascendiera.
Lo importante es la leyenda. La versión más conocida recoge la rústica ingenuidad de una moza honesta y caritativa que sirve en un mesón, después de haber sido seducida por un barbero llamado Melchor, que la pretenden un mercader ricachón, Patricio, y un petulante sargento, de la que se enamora el seminarista Lázaro, y que en la lucha que por ella sostienen Lázaro y Melchor, este último cae herido de muerte por una puñalada.
El escenario escogido por Feliu y Codina en su drama, y por Bretón en su mundialmente famosa ópera, para el desarrollo de su ficción literaria-que se ha convertido en la base de la Leyenda-no es otro que la antigua Posada de San Antón, desde hace un siglo conocida como “Mesón de la Dolores”. Es un notable edificio civil del siglo XVI, quizás el más antiguo de Calatayud, entre cuyas paredes, bajo el arco del empedrado patio, junto a la reja y el brocal del pozo, es posible estuviese la Dolores real; pero en cualquier caso, encierra todo el poder de sugestión, de evocación y de fábula que es capaz de engendrar un mito.
Esta leyenda, surgida de una copla anónima –el venero-, ha ido forjándose a impulsos de la labor creativa de dramaturgos, compositores, novelistas, cineastas, escritores, músicos, poetas…, y de la imprescindible aportación y colaboración popular, en el amplio escenario del mundo, y se ha convertido en un caudaloso río que vuelve
A su lugar de origen, a Calatayud, con el cuño de la universal aceptación y el tesoro-regalo de un patrimonio cultural único y de primera magnitud.
Poco importa, a estas alturas, que hubiese una mujer, nacida en Calatayud, a la que con mayor o menor fundamento se le cantase la copla. Sí acaso, porque su extraordinaria belleza y la singularidad de la vida que le tocó vivir han influido decisivamente en que su historia trascendiera.
Lo importante es la leyenda. La versión más conocida recoge la rústica ingenuidad de una moza honesta y caritativa que sirve en un mesón, después de haber sido seducida por un barbero llamado Melchor, que la pretenden un mercader ricachón, Patricio, y un petulante sargento, de la que se enamora el seminarista Lázaro, y que en la lucha que por ella sostienen Lázaro y Melchor, este último cae herido de muerte por una puñalada.
El escenario escogido por Feliu y Codina en su drama, y por Bretón en su mundialmente famosa ópera, para el desarrollo de su ficción literaria-que se ha convertido en la base de la Leyenda-no es otro que la antigua Posada de San Antón, desde hace un siglo conocida como “Mesón de la Dolores”. Es un notable edificio civil del siglo XVI, quizás el más antiguo de Calatayud, entre cuyas paredes, bajo el arco del empedrado patio, junto a la reja y el brocal del pozo, es posible estuviese la Dolores real; pero en cualquier caso, encierra todo el poder de sugestión, de evocación y de fábula que es capaz de engendrar un mito.